martes, 30 de junio de 2015

EL DÍA QUE ME TRATARON COMO A UNA DELINCUENTE (II)

La tarde del sábado transcurrió de una manera tan absurda como había comenzado el día desde la recepción de la llamada hasta la aparición de los agentes en la piscina…

A cada persona que se lo contaba, más tenía la sensación de estar narrando algo sin pies ni cabeza y totalmente desmedido…

Pedí opiniones y consejo a amigos policías, a la familia, a mi hijo, a mi perro… Y todos concluían con la misma frase: “¡VAYA COSITAS TE PASAN!”

Pasaba de la carcajada a la mala leche en cuestión de segundos, si lo contaba y alguien se descojonaba me sentaba como el puto culo… y pensaba: “joder cómo me gustaría que fuese a ti a quien le pasase esto, veríamos a ver si te reías, mamonaz@!”

Total que no me quedaron más cojones que poner el despertador un domingo a las 8.00 AM y que fuese lo que tuviera que ser…

Me desperté mucho antes de que el despertador sonase, mil veces durante la noche, inquieta para no llegar tarde a la cita donde me habían dicho que de no acudir me encontraría en búsqueda y captura…ya me veía con los grilletes (uy! Esto suena bien…)y los agentes empujándome la cabeza (esto ya no me gusta) para que no me la golpease al entrar en el Zeta y así alimentar las habladurías de las hienas de mis vecin@s… “LO QUE ME FALTABA”!

Le pedí a mi pobre padre que me acompañase (digo lo de pobre, porque sin comerlo ni beberlo le metemos en cada embolao…) y para allá que nos fuimos los dos. Tardamos menos de 20 minutos en llegar desde mi casa a la Plaza de Castilla, lo normal para un domingo a esas malditas horas, de no ser así, los 40 minutos no te los quita nadie.

Llegamos pronto y mi padre aprovechó para desayunar mientras mi ansiedad crecía por momentos y las ganas de entender qué coño estaba pasando ya no cabían en ninguna parte.
Tomóse su tiempo el hombre y cuando hubo acabado, nos encaminamos hacia los juzgados a salir de dudas de una puta vez.

Al llegar, en la entrada, apostados dos parejas de guardias civiles que se dispersaron según nos vieron llegar… En el interior, en el puesto de recepción, un vigilante jurado que nos preguntó a qué veníamos, le mostré la citación y en ese momento nos comentó que le habían dicho que me estaban esperando, que avisaba al agente al cargo del asunto.

Y ya flipé: “en serio, ¿no tienen nada mejor que hacer que esperarme esta mañana para requerirme por algo que ocurrió hace más de un año y de lo que casi ni me acordaba, pero de lo que estoy segura de haber pagado?”

Pues sí, me di la vuelta para que no me viesen la cara de Ogra que se me acababa de poner ni pudieran leerme los labios cagándome en todo y reconociendo a las madres de todos los allí presentes…

De repente escuché mi nombre completo, harto difícil de acentuar para la mayoría de los catetos que nunca lo escucharon…

¡SOY ESDRÚJULA PERDIDA COÑO!

Me giré y asentí. Allí estaba él, el señor agente de paisano con quien estuve hablando por teléfono el día anterior. Un tiarrón grande, con poco pelo, de los que se resisten a ser CALVOS… con ese poco pelo apuntando al techo, una camiseta metida por dentro del pantalón y la pipa en la parte lumbar, estrangulada como su cintura con un cinturón, horroroso, por cierto…

Me pidió que le acompañase, pero le dije: “NO SIN MI PADRE” y me dijo que como ya era mayor de edad que pasase sola, así que me tocó comerme las palabras y tirar para adelante al despacho del “morcón con pipa”…

Empezó a enseñarme una serie de papeles donde en portugués donde figuraban unos procuradores y unas cuantas leyes portuguesas que me acusaban de haberme ido sin pagar de un surtidor hace ya más de un año. Dos fotos borrosas de mi coche y la placa, y un montón de artículos donde por fin vi mi “supuesta pena”. En Portugal, no se andan con chiquitas, aquí en España ni es delito… pero me pedían hasta 3 años de cárcel o bien una multa, todo por la suma de 55,02€
(Véase el ticket)



Alucinaba y flipaba hasta que la risa (esa que me invade cuando me pongo nerviosa y no quiero montar el pollo) me ganó la partida y ya solo podía reírme, de lo absurdo que era todo, de la cantidad irrisoria por la que se había movilizado tanta gente, del numerito de la piscina y de los caretos de mis vecinos ojipláticos y deseosos de ver camorra, además de la explicación que el agente me dio: “si no me hubieras dicho por teléfono que la policía no trabaja los sábados no te hubiera hecho venir hoy, pero te negaste a pasarte por aquí un día porque te pensabas que era una broma, me sentó fatal que me dijeses lo de los sábados”…

Vamos que me liaron todo ese pollo por bocazas, porque pregunté qué diligencias seguir en adelante y el tío no tenía ni puta idea de nada, él solo se limitaba a hacerme llegar la notificación por un acuerdo internacional de cooperación policial…

¡¡¡¡MANDA COJONES!!!!!

Vamos que fue un: “pa tus cojones, LOS MÍOS”

Le hubiese abofeteado la cara y le hubiese administrado un correctivo a base de una buena patadita en la zona escrotal, pero seguí riéndome sin parar y le dije que no le perdonaría en la vida el haber tenido que pegarme un madrugón un domingo para ir allí porque a él se le puso en las pelotas (literalmente se lo dije, pero como me estaba riendo y él también, le hizo hasta gracia). Al oír todo esto se acercó un compañero que estaba en la habitación contigua y que se unió a la conversación y a las risas, pero la carcajada más grande estaba aún por venir, cuando les comenté: “es que ayer la pareja que vino a traerme la citación a la piscina me dijeron que si no me presentaba hoy estaría en búsqueda y captura”… ¡Se descojonaban vivos!

A día de hoy sigo a la espera de una llamada de la Fiscalía donde alguien me pueda decir cómo proceder ante esta situación y de que mi querido Banco me confirme si está el cargo en mi cuenta o no, puesto que lo realicé con la tarjeta de crédito y no tengo manera de verlo…

Seguiremos informando en cuanto me cuenten alguna memez más…










domingo, 21 de junio de 2015

EL DÍA QUE ME TRATARON COMO A UNA DELINCUENTE…

EL DÍA QUE ME TRATARON COMO A UNA DELINCUENTE…

 

Todo empieza un sábado por la mañana, a eso de las 11:20 de la mañana, cuando aún no has terminado de despertar, cuando tu cabeza aún no es capaz de discernir ni de identificar lo que es real de lo que es un sueño, cuando el sabor a café inunda aun tu boca y aparece en tu teléfono móvil una llamada de un número privado y preguntan por tu nombre y apellidos,  donde te piden que ratifiques cuál es tu matrícula y el modelo de tu coche…

 

Todavía con las legañas en los ojos y el desdén y la pereza inundando tu cuerpo, un tío empieza a decirte que es un policía y que te llama de los juzgados de Plaza Castilla y te dice que tienen una foto de tu vehículo en una gasolinera de Portugal de dónde has huido sin pagar el repostaje…

 



¡CÁGATE LORITO!

 

Y tú lo único en lo que piensas es: “¿a qué gilipollas le habré dado yo mi teléfono y se estará aburriendo tanto para gastarme esta puta broma que ya empieza a dejar de tener  maldita la gracia”…

 

No paras de repetirle “¿esto es una broma verdad?”(ahora, que en todos los programas radiofónicos matinales gastan este tipo de bromas a diario te crees una víctima más de ellos)…

 

Y ya dices para rematar: “¿esto no me lo deberían de comunicar por escrito enviándome un correo postal certificado o un requerimiento en el que me soliciten personarme en el juzgado?¿desde cuándo trabaja la policía para estos casos los sábados?”

Y te contestan, “pues le enviamos un patrulla para notificárselo”…

A lo que piensas: no tendrán otra cosa que hacer que venir a mi casa dos policías un sábado a traerme una notificación…

 

Total, que cuelgas el teléfono con un mosqueo muy majo para un sábado por la mañana y sigues en tu rutina sabadil haciendo tus quehaceres marujiles (lavadora, cambio de sabanas, comida, etc…)

 

Te preparas para disfrutar de tu primer día de piscina, puesto que ha estado haciendo mal tiempo y hasta hoy no lo has visto claro y te bajas a la piscina abarrotada de vecinos, a la mayoría ni los has visto jamás, estrenas ese bikini ROJO que te acabas de comprar la tarde anterior y que te sienta como un puto guante, así que te embadurnas de crema, te colocas de frente al sol, te derrites un ratito, una duchita, otro poco más y de repente se acerca la conserje y te dice:

“Estos señores preguntan por ti”…

Miras y ves a dos maderos uniformados esperándote… GLUPS!

(Joder con la bromita, ya está siendo pesada…)

 

No te lo crees, no hay cuencas suficientes que alberguen los ojos de alucine que se te quedan y vas para allá… Al llegar te dan los buenos días, te preguntan si es la persona a la que vienen a buscar y te identificas como tal.

(Mientras, todos los ojos de los vecinos están clavados en ti…y no precisamente por el bikini ROJO)

 

Y en mi cabeza no deja de dar vueltas la idea de que de un momento a otro se van a arrancar la ropa y me van a hacer un streptease de puta madre pa mí solita y para las alcahuetas de mis vecinas…¡LOS COJONES!

 

Te dicen que traen una notificación para que te presentes mañana mismo sin falta en los juzgados de Plaza Castilla a las 10:30 de la mañana (¡¡¡¡UN DOMINGO A LAS 10:30 DE LA MAÑANA!!!!...Adiós al streptease…)

A lo que contestas: ¿y si no me presento?

“Pues entonces estará usted en búsqueda y captura y tendremos que venir a detenerla”…

Entonces sale esa FIERA que llevas dentro y que cualquier Ángel del Infierno se tatuaría si se le pudiera dar forma… y te quieres comer a los policías, al juez, la gasolinera de Portugal y a su puta madre…

 

Tiras el papel al suelo, dices que no piensas firmar esa mierda, que qué tipo de broma es esta y que lo sientes mucho por ellos, porque tengan esa mierda de trabajo pero que es aberrante y vergonzoso que hagan este tipo de labores y más que se te personen así bajo la atenta mirada de todo el puto vecindario…

 

Al final accedes a firmar y ellos se marchan… solo te queda la pataleta, decidir si prefieres reír o llorar, no sabes a quién llamar, con quién hablar. Por fin se lo cuento a mi hijo y me dice: “mamá, el año pasado por estas fechas estuvimos en el Rock in Río, ¿no te acuerdas?”

 

Y ahí caes… sacas humo por las orejas haciendo memoria de dónde repostaste, cómo, dónde…

 

Y terminas por recordar que sí, que repostaste en una gasolinera a la vuelta donde pagaste con una tarjeta de crédito en el mismo surtidor…

 


Continuará…

jueves, 5 de febrero de 2015

LOS DOMINGOS EN BLANCO Y NEGRO

Los domingos, para aquellos que vivíamos hace muchísimos años a las afueras de Madrid (véase Parla) peregrinábamos en excursión los fines de semana a Madrid para ver a la familia. Por lo que se distribuían del siguiente modo: mañana con la familia paterna y tarde con la materna.

Comíamos en casa de mi abuela paterna (La Pura) con mis tíos (aún solteros) y jugábamos en el jardín tan maravilloso que tenía ese pequeño rincón de Vallecas cercano a la Avenida de la Albufera.

Mi tía Lola, nos recibía con los bigudíes en la cabeza y sacudiendo alguna cosa por la ventana, mientras que los vecinos, casi de la familia, salían también para vernos llegar.

Nos esperaban impacientes y con los brazos abiertos y para ellos, igual que para nosotros, era todo un acontecimiento. Mi abuela nos sacaba a presumir de nietos a la calle e íbamos por las casas de sus amigas y vecinos para que nos viesen y le dijesen lo guapos y grandes que estábamos: “Mira, los chicos de mi German” y ella engordaba por momentos…

Después del baño de masas y de los miles de besos más o menos sonoros con bigotillos de anciana y alguna que otra babilla, acompañaba a mi tío Kike a la bodega del “Curro” con el casco retornable de la Coca-Cola de litro (puesto que tuvo una época de adicción a ella y que se le pasó en cuanto hizo la prueba del trozo de carne durante toda la noche y vio como quedó aquello) donde siempre me daban cortezas de cerdo, ¡las más ricas que he comido en mi vida!





Comíamos en un salón minúsculo, donde apenas había espacio para la mesa y un par de sillas, pero nos apañábamos… A veces mi hermano y yo comíamos en “la habitación de los trastos” mientras hurgábamos en los mueblecitos que tenía mi abuela llenos de cosas curiosas y miniaturas que nos llamaban poderosamente la atención.

Por la tarde nos marchábamos a Carabanchel donde nos juntábamos con todos (familia de 9 hermanos con una media de 3 hijos por cabeza) en casa de mi otra abuela, la materna (La Sra. Amalia) un bajo doble unido por el salón, en Plena Avenida de Oporto, donde había cabida para todos.

Tardabas media hora en saludar a tíos y primos, dar besos, comentar lo que habías crecido, lo guapos que estábamos (esto se repite, lo sé, pero es que éramos los típicos niños rubitos de ojos claros que llamaban la atención, pero ojo, lo digo en pasado), etc… y ya llegaba lo bueno…

¡¡¡¡¡¡A jugar!!!!!!!  Como se puede suponer, allí era difícil establecer un orden y concierto con tanto niño de edades similares ya que al juntarnos se desataba la euforia y el cachondeo a cada rato más, puesto que íbamos llegando poco a poco.

Mientras, los padres hablaban, jugaban a las cartas, bebían y comían pipas alrededor de la mesa central donde lo mismo había un plato lleno de cáscaras como que colocaban a un bebe para cambiarle el pañal… ¡todo estaba bien visto!

Luego la mayoría se marchaban a echar una manita al bingo, pero mis padres no iban, creo que no les gustaba… Nos quedábamos entonces todos a cargo de ellos y de la abuela, que por mucho que corriese detrás de nosotros  jamás consiguió que dejásemos de “potrear los sillones”.

Más adelante, cuando empezaron a considerar mayor a uno de mis primos, nos llevaban al cine y nos quedábamos a cargo de él viendo sesiones continuas de Bud Spencer y Terence Hill... para mí era casi más un castigo que otra cosa, porque esas películas me aburrían tremendamente, además de sufrir el chinchorreo de alguno de mis primos pequeños que se dedicaban a darme por saco durante todo el metraje…

Luego llegaba la hora de la cena y ahí era cuando yo era realmente feliz!

¡Mi abuela preparaba los mejores boquerones en vinagre de la historia de la humanidad!

Como ella sabía que eran mi debilidad y que durante toda la semana pensaba en el momento de poder volver a deleitarme con uno de ellos, al llegar, me llevaba de la mano a una habitación contigua a la entrada, donde tenía todos los víveres que le traían de su pueblo de Extremadura y donde guardaba una fuente redonda de barro de las más grandes que he visto en mi vida y dentro de ella, reposaban pacientes los más blancos, radiantes y perfectamente colocados boquerones en vinagre que probé en mi vida, con su ajo bien picado, su perejil fresco y regados con un aceite de oliva maravilloso.

Todos nos volvíamos a juntar entorno a la mesa y los mayores se tomaban sus Mahou antiguas de botellas chatas, para los niños bocatas, unos de morcilla patatera, otros de boquerones, otros se quedaban en las croquetas, el queso del pueblo, etc…



Y ahí se terminaban los fines de semana…

Bueno no! Terminaban escuchando “hora 25” en la cama con mi padre, no sin antes contarnos que para salir del atasco de vuelta a casa, el “127” tenía un botón que si lo pulsaba, le salían alas y volaríamos por encima de todos los coches que estaban parados por delante nuestro…
¡Un cachondo!