miércoles, 29 de agosto de 2012

EL PARTO

Hace tiempo que no escribo y es que me he querido complicar la vida una y otra vez este verano a toda costa. Me ha dado por pintar mi casa de arriba a abajo, techos incluidos, vacaciones, rayaduras, etc...

Por lo que me encuentro un poco con la pelota a tope de mamarrachadas que no tienen setido y que no me dejan avanzar en mi faceta "literaria" (JUASJUASJUAS!)

Necesito unas vacaciones o un fin de semana de descompresión donde no tenga responsabilidad alguna y me pueda agarrar una tajada importante en la que poder olvidarme de cualquier tipo de marrón y de responsabilidades de los que me han sobrevenido en estos meses...

Hace tiempo vengo pensando en escribir sobre cómo aconteció el parto de mi hijo y las anécdotas que ocurrieron durante el mismo, pues bien, aquí están:

Érase una vez que se era... una muchacha que se creía haberlo vivido todo y que lo único que le quedaba en la vida era traer una criatura al mundo y encontró a otra persona que también creyó lo mismo y decidieron ponerse en marcha.

Después de 9 meses de embarazo, cambio de país de residencia, mudanza, síndromé de anidación y 22 Kg más de carne magra, líquidos, etc... un 4 de Octubre, 2 días después de salir de cuentas a eso de las 7:20 de la mañana empezaron unas molestias en la parte baja de la ENORRRRRRRRRRME barriga que llevaba por delante y que me impedía hasta abrocharme los zapatos, atar playeras, etc... Menos mal que el tiempo todavía acompañaba y solo utilizaba chanclitas para no verme en la tesitura de estar sola en casa y no poder salir a la calle porque no podía atarme un zapato.

Esa mañaa tenía una cita médica prevista para ver la evolución y así saber cuándo tenía pensado más o menos la criatura salir de una vez, que ya empezaba a estar un poco desesperada, no había manera de descansar y ya iba siendo hora, pues tenía a mi hermana y a mi madre agotadas de los paseos al atardecer, que tal y como me habían dicho, el andar propiciaba el propiciaba el acercamiento al parto y yo ya no tenía paciencia de saber qué era lo que venía, si niña o niño, q quién se parecía, etc...pero lo que más me importaba era saber que estaba sano.

Era la primera en la sala de espera y entrar en la consulta. El médico me dijo nada más subir al "potro" esta maravillosa frase "tienes 3 centímetros de dilatación, vete a casa, coloca todo como te gustaría encontrarlo cuando llegues a casa con el bebé, prepara la bolsa y vete al hospital que estás de parto".

El caso es que en ningún momento me planteé el cómo sería ese momento, pensé que tal y como había entrado, tendría que salir. Lo que sí que tenía claro es que no quería la "epidural", quería vivir y sentir al 100% tamaña experiencia.

Pues bien, pasé por casa, la ordené, coloqué y preparé la bolsa, que estaba a medias y fui a contarle a mi madre que la próxima vez que me viese sería con un bebe en brazos.

Llegué al hospital y me sentaron en una camilla con más gordas como yo, rezumantes y sodorosas. Todas estábamos atadas por aquella zona que en algún momento fue una "cintura". Era un aparato que medía la intensidad de las contracciones (monitorización lo llaman).

Después de eso me llevaron a una sala donde otra doctora acompañada de dos estudiantes me esperaba para reconocerme y ver cuánta dilatación llevaba hasta el momento.

Ella fue la primera en meter la mano y comprobar que mi cérvix estaba ya borrado y que la dilatación era de más de 3 centímetros, así que preguntó si no tenía problema en que ellos también me examinasen puesto que eran estudiantes y estaban aprendiendo, a lo que accedí gustosamente ya que  pensé que tal vez en un futuro gracias a eso sabrían ponerse al mando de la situación quizá con alguien de mi entorno y este les valdría como experiencia de la que sacar partido, así que la doctora animó a los estudiantes imberbes a hacer lo mismo que ella. Uno de ellos era guapete, pijín, con pinta de futuro triunfador y el otro era el típico buen estudiante, reservado y muy aplicado, pero verde, verde en cuanto a experiencias en la vida se refiere. El pijín tomó la iniciativa e introdujo los dedos como quien los mete en un guante de fregar, con una fuerza y una poca consideración que ni el carnicero de Milwaukee... levanté le cabeza y le dije: por favor que soy una persona y eso se siente, como hagas esto así a menudo ¡no te vas a comer una rosca! El tío sacó la mano con la misma rapidéz con la que la introdujo. Luego el otro pobre, después de haber visto cómo gruñía a su compañero introdujo los dedos con la mano temblorosa y al pobre le solté "oye, si metes así la mano en vez de parir me voy a poner como una moto" y este también sacó la mano a toda prisa y se puso rojo como un tomate...

Después de esto, me dieron la bata anti-dignidad, esa que va atada a la espalda que siembre te deja con el culo al aire. Me llevaron a una habitación (Box) donde había otra gorda rezumante, sudorosa que gritaba de vez en cuando y me dijeron que ahí tendría que estar hasta que dilatase completamente y el parto fuera inminente.

Me dieron una botellita de cuello fino y me dijeron que era una "lavativa", que me tenía que aplicar en el baño de la habitación que compartía con la otra gordita, mi decoro y dignidad iban disminuyendo a medida que avanzaban los minutos. Después de sentir un frío en el vientre que me dejó una sensación asquerosa, me pidieron que aguantase un rato con aquel caso medio litro de suero inundando mis tripas. A los 5 minutos volví a entrar al baño y dejé mis últimas pertenencias a buen recaudo...

Acto seguido, al saber la enfermera que todo había hecho efecto, que estaba limpita y que ya no tenía la necesidad de volver a moverme de la cama, me pusieron una vía en la mano y me colocaron la oxitocina para acelerar las contracciones, por lo que le dije al padre que se podía ir a comer algo, que seguramente iba a tardar ya que la gordi de al lado llevaba solo unas 18 horas de parto y aún no llevaba los 10 cm necesarios para llegar a la meta (paritorio). Tengo un cuerpo muy agradecido y muy eficaz y fue salir por la puerta el padre y empezar a hacer efecto la oxitocina, así que en 10 minutos tenía las contracciones más dolorosas y más fuertes que me podía imaginar, era un dolor completamente desgarrador, como si un enano estuviese dentro de mi tirando de mis ovarios hacia fuera, mientras yo estaba sola, en una cama reteniendo mis gritos para no asustar a mi compi que llevaba ya unas 20 horas de contracciones más o menos dolorosas, pero sin fruto y yo sentía cómo la cabeza de la criatura iba abriéndose camino entre mis caderas. Le pedí al hombre que acompañaba a mi compi gordita que llamase a la enfermera puesto que mi cuerpo, sin yo querer, empezaba a empujar con todas sus fuerzas al bebe hacia fuera. Cuál no sería mi sorpresa cuando vino la enfermera y le pedí que me pusiesen la epidural y me dijo que ya no podía, que tenía 9 cm de dilatación y que solo hasta los 5 cm la administraban, además se habían ido todos los anestesistas a comer y no podían ponerme ya nada y me regañó por empujar (involuntariamente) puesto que la cabeza estaba empezando a asomar, NO HABÍA PARITORIOS LIBRES y era cambio de turno, un@s salían y otr@s entraban ¡una fiesta oiga! Entre tanto, por finnnnnnnn llegó el padre con aliento cervecero y de tabaco, que me pedía que apretase su mano con todas mis fuerzas cada vez que la contracción subía en el monitor que tenía sobre mi cabezam pero le dije: si te aprieto todo lo fuerte que puedo te voy a dejar con una minusvalía de por vida, así que mejor déjame que apriete la barbilla contra el pecho y empuje todo lo fuerte que puedo.

Al rato vino una mujer que se presentó: "Hola, soy Consuelo y voy a ser tu matrona". Nunca olvidaré ni su nombre ni su cara, ni lo fácil que pareció todo desde ese momento. Llamó a los anestesistas para que me pusieran una anestesia que retuviese las contracciones puesto que seguía sin haber paritorios disponibles, y como no había roto la bolsa, la pincharon y con una palangana de papel recilcado de esas iban recogiendo el líquido que salía entre mis piernas. Una vez hecho esto, rodearon la cabeza del pequeño con un hilo de cobre enganchado en una máquina y que reflejaba sus constantes vitales para asegurarse que no estaba sufriendo por estar ahí retenido. Despuñes de esto me colocaron de lado, espatarrada y me pincharon en la zona lumbar poniéndome una carga de anestesia "raquidea" para la que previamente tuve que firmar el consentimiento que tenía más contraindicaciones que beneficios, para variar... Me dijeron que no tenía que sentir las piernas, pero yo lo sentía todo, las contracciones, las piernas, y que mi cuerpo no paraba de empujar hace afuera el mejor de sus frutos, el parto era inminente y no había quien lo frenase, así que deprisa y corriendo la enfermera y la matrona se afanaron en limpiar uno que estaba obsoleto y decidieron que era mejor hacerlo allí que intentar frenar lo que ya era imparable.

Me llevaron en una cama con sus ruedecitas hasta el paritorio, que tenía la puerta medio descolgada y que ni cerraba, me metieron y me cambiaron de la cama al potro, me dijeron que me agarrase a unos manguitos que había a la altura de mis caderas para empujar con más fuerza. Comencé a empujar con tooooooooodas mis fuerzas, ahora SÍ...y creo que después de 3-4 empujones, no más, sentí el alivio de pasar de la cabeza de mi hijo al cuello...luego venían los hombros, que con un par de empujones más ya estaban fuera y lo único que escuchaba era como el mamón venía con hambre y nunca mejor dicho lo de mamón, pues salió chupándose la manao como un loco. Al final ya con las caderas hicieron una pequeña incisión (episotomía) de menos de 2 cm pero ya sin anestesias ni nada ¡A pelo! Sentí el mayor placer que he sentido y sentiré en mi vida al terminar de sacar  las caderas y los piececillos....MMMMMMMMMMMMMHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡¡QUÉ GUSTO!!!!!!

Eran las 18:12 del 4 de Octubre de 2002 EL MOMENTO MÁS FELIZ DE MI VIDA (el siguiente fué cuando me llamó: MAMA y el tercero: TE QUIERO MAMI)

Me lo colocaron encima del pecho y lo miré casi sin verle por las lágrimas de alegría que salían sin control, cuando encontré sus rasgos vi que en nada se parecía a cualquiera de las imágenes que de él me había creado, pero sábía que aunque lo pusiesen en una habitación con cientos de bebés, lo reconocería al instante con solo esa toma de contacto. Le hablé, y al escuchar mi voz dejó de llorar y con sus ojitos hinchados intentó buscarme para reconocerme puesto que llevaba 9 meses sintiendo ese tono de cerca.

¡¡¡¡¡¡¡¡QUÉ OLOR!!!!!!!!

Un bebé al nacer huele a tierra mojada, es como justo antes de una tormenta, el olor que desprende el suelo justo antes de empaparse y en el momento en que rompe a llover, ése es su olor... INOLVIDABLE...

En cuanto fuí consciente de que el parto no termina hasta que no sacan la placenta, les pedí que cuanto antes terminásemos con el sufrimiento, antes podría disfrutar del mejor trabajo que había realizado en mi vida, que el padre cogiese al bebe y que nosotras terminábamos con la labor y así fue. Casi no les di tiempo a lavarle cuando ya estaba empujando con todas mis fuerzas para sacar eso que más tarde descubrí que tenía el mismo tamaño que la  criaturita que acababa de alumbrar y que depositaron en un mostrador, rompieron la membrana exterior y revolviendo con la mano me dijeron que estaba perfecta, así que llegó el peor momento del parto... EL PINCHAZO DE LA ANESTESIA  para poner los puntos de la episotomía, Pfffffffffffffffff!!!!!!!!!!! Eso sí que era dolor y no lo anterior....qué escozor!!!!!! ¡Qué grima! ¡Qué de tó!

Me cambiaron del potro a una cama y me pusieron a MI HIJO en brazos, me devolvieron al Box y me lo pusieron al pecho para que me subiera la leche, él saciase el hambre voraz con el que había nacido y se sintiese más seguro y arropado en sus primeras 2 horas de vida y así dejarnos aislados del resto de familia (que esperaban ansiosos en la sala de espera a conocer al nuevo miembro) para que pudiese disfrutar de ese momento, de hablarle, de decirle lo feliz que estaba de tenerle por fin en mis brazos y que en adelante no dejaría un segundo de velar porque en esta vida no le falte de nada y que mi amor por él será el único que jamás decaerá y será lo más incondicional que viviré el resto de mi vida.

TE QUIERO HIJO