Desde muy pequeñita he escuchado hablar de política
más de lo que me hubiese gustado, aunque hoy por hoy lo he de agradecer, puesto
que me ha servido para tener una idea clara y real de lo que acontece en la
sociedad a la que pertenezco y de lo que quiero y espero para ella.
Se da el hecho de haber pertenecido a una familia
dividida en este aspecto.
Por una lado una familia grande, numerosa, con miles
de líos a cada dos por tres, alegre, ruidosa y ostentosa donde la derecha y la
convicción de que con “Franco se vivía mejor” moraba a sus anchas…
Por el otro una muy pequeñita pero bien avenida, donde
la izquierda, la pasionaria, las manifestaciones, la lectura, la cultura, la
defensa de la clase “obrera” y demás se promovía constantemente...
Frente a todo esto estaban mis padres, que en tantas
ocasiones les vi discutir y desgastarse como pareja por el tema. Aunque entre
ellos existía consenso y compartían la misma ideología, en cuanto socializaban
en terreno contrario al de ellos acabábamos volviendo en nuestro “127” con una bronca que acababa sacando los
trapos más sucios y los argumentos más absurdos para terminar completamente
enfrentados por algo que a otros les dejaba dormir a pierna suelta sin importarles
el calado que un comentario como: “el año que viene que se mueran todos los
comunistas” y otros tan desacertados como ese se vertían a sabiendas
de la condición de él, que no era el de una persona contestaría, sino más
bien un ser cordial con quien no van los conflictos y que se sentía tan solo y
tan extraño como un pulpo en un garaje.
“El rojo”, ese que no iba a jugar al bingo cuando
todos, con sus buenos coches, llevaban a sus esposas envueltas en abrigos de
pieles de animal (a cual más cara) cada domingo a la sala cercana mientras él
se quedaba con su mujer al cargo de la chavalería viendo como “potreaban” los
sillones. El mismo que cuando veraneaba en conjunto se volvía a hacer cargo de
todos y mientras “los hombres” iban al pueblo a comprar el periódico, el pan,
los pollos asados y de paso a tomarse las cañas pertinentes, acondicionaba el “127”
para acoplar al mayor número de sobrinos y llevárselos al río para que se
bañasen y jugasen a la vez que de cualquier manera se empeñaba en enseñarles a
pescar, en gastarles bromas e intentar que ninguno se ahogase sin él apenas
saber nadar.
Le llamo "el rojo” por marcar la tendencia política ya
que es lo que acontece, aunque realmente era “diferente” ya que no bebía y le sobraba
lo de socializar en los bares al igual que otras muchas cosas. Igualmente, se
ganó el cariño de su familia política, tanto como ellos el de él, y aunque en
cierto modo yo lo vi un poco excluido en su momento (opinión personal desde mi
condición de niña vivida en ese momento), no por ello nos puso en contra de
ninguno de aquellos que no pensaban como él y lo que ha prevalecido siempre ha
sido el inculcarnos el RESPETO, por eso no hemos dejado de querer a nuestra
FAMILIA, porque somos parte de ella a pesar de nuestras convicciones…
Hay una frase que me marcó y que siempre se decía en
mi casa:
“LA LIBERTAD DE UNO COMIENZA Y ACABA DONDE LO HACE LA
DE LOS DEMÁS”
Mis primeros amigos fueron mis primos y primas con los que
hoy todavía puedo contar si es que
necesito algo que esté al alcance de su mano, como ellos conmigo.
Tenemos la desgracia de contar en la historia de
nuestro país con una guerra civil que dividió familias, amigos y pueblos, por lo que
espero que en adelante todos nos respetemos y no agredamos ni descalifiquemos por
nuestras diferencias ya que lo que nos
UNE ES MÁS GRANDE QUE LO QUE NOS SEPARA.
¡OS QUIERO FAMILIA!
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